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martes, 26 de enero de 2016

¿Cuanto hemos avanzado, sin haber conjurado aún el peligro de retroceder?



ESTEBAN MORALES

UNEAC

Entre el 17 de diciembre del 2014  y el 20 de julio del 2015,  con el  tránsito anunciado hacia el 14 de agosto de este año,   en que ya quedarían establecidas oficialmente  las dos embajadas,  hemos avanzado un buen trecho. Un acontecimiento fundamental ha sido el que Estados Unidos  haya reconocido a Cuba como una nación soberana e independiente, lo que sin dudas ha ocurrido.

Ese 17 de diciembre, Obama admitió que la política seguida con Cuba en los últimos cincuenta y cinco años había sido un fracaso y que con esa política era ese país el que había resultado aislado y no Cuba. En consecuencia, propuso negociar  un cambio de las relaciones entre ambos países.

Estados Unidos siempre había dicho  que para negociar con Cuba, la Isla debía dar señales. Por su parte, Cuba durante mucho tiempo puso  como  condición de que para negociar con Estados Unidos, ese país debía levantar el bloqueo.

Poco después, cuando se aprobó la ley Helms-Burton,  con la  que el presidente cedía  al congreso las prerrogativas de la política hacia Cuba, la Isla planteó que una negociación con Estados Unidos sobre las relaciones entre ambos países,  debía tener lugar sobre una base de equilibrio, es decir, en igualdad de condiciones, con respeto a la independencia y soberanía de la Isla.

Por su parte, Obama abandonó el requisito de que Cuba diera señales y después de dieciocho meses  de negociaciones secretas entre ambos países,  el 17D, Obama planteó abiertamente la posibilidad de negociar con Cuba,  para tratar de lograr un cambio en las relaciones entre ambos países.

El discurso de Raúl Castro el mismo día, fue breve,  pues  se trataba solo de aceptar la proposición de Obama;  dado que  reiteradamente había planteado la disposición del gobierno de conversar con Estados Unidos y la Isla no tenía que hacer ningún cambio en su política hacia Estados Unidos,  pues lo único que había hecho todos estos años  había sido  defenderse de la agresividad de la política estadounidense. Las cosas comenzaron como debían;   Obama calificaba  como fracasada  la política que hasta ese momento habían llevado los gobiernos de ese país hacia Cuba y tomaba la iniciativa,  anunciaba un cambio daba los primeros pasos para que el proceso de negociaciones comenzara.

Sin embargo, aunque ya existen acuerdos que han llevado al restablecimiento de las embajadas en ambas capitales,   la posibilidad del  retroceso  aun no está conjurada. Todavía pesan  sobre el proceso algunos asuntos que amenazan  no solo con  obstruir el camino hacia la normalización, sino  también  con afectar  las relaciones diplomáticas.

Cuáles son esos principales  obstáculos:

  • El bloqueo  es todavía  una realidad. No se ha movido un milímetro el sistema por el que aún se  realiza  el limitado  comercio, exigiendo los pagos en efectivo, antes de que las  pocas mercancías autorizadas  lleguen a Cuba. Estas además no pueden ser transportadas en barcos cubanos y  sigue sin estar  presente el crédito.  Como si fuera poco, continúan las sanciones contra aquellos que se atreven a  facilitar  el  uso del dólar en las operaciones financieras con Cuba. Sólo recientemente un Banco de Miami aceptó llevar las  cuentas a la Oficina de Intereses de Cuba en Washington.
  • Aunque  el  listado de categorías que permite los estadounidenses viajar a Cuba es bastante  amplio y se ha establecido que todo aquel cuyo viaje esté comprendido en esas categorías, puede hacerlo sin solicitar licencia, aún deben de viajar en grupos y no pueden hacerlo por motivos que no están comprendidos en ese listado, por lo que no tienen total libertad de visitar la Isla, lo que  atenta seriamente contra  la  posibilidad de que hacer turismo a Cuba.
  • Continúan  asignándose  fondos  para  la subversión, que este año fueron elevados  a treinta millones de dólares.
  • Continúan las trasmisiones radiales y televisivas ilegales desde Estados Unidos   hacia  Cuba.
  • Continúa el apoyo político  a  los mercenarios internos.
  • Continúa vigente la llamada Ley de Ajuste Cubano de 1966,  que  afecta seriamente la normalización  del proceso migratorio entre ambos países.
  • Ya el  Secretario de Estados declaró  que  el reclamo de Cuba sobre la devolución del territorio de Guantánamo,  ilegalmente ocupado  por la base militar estadounidense,  no está dentro de la agenda de debate  por ahora.
  • Aunque el interés de invertir en Cuba va creciendo, todavía  el capital norteamericano no está autorizado a entrar en la economía de la Isla.
  • Existe un grupo formado por un conjunto de congresistas de extrema derecha que se ha propuesto obstruir la que podría ser considerada como una nueva política hacia Cuba.
  • Aún pesa sobre el proceso de negociaciones,  la posibilidad de que se  vea afectado el próximo cambio de administración  a partir de principios del   2017.

Existe un cierto debate de si el Presidente  cuenta o no con las prerrogativas ejecutivas que le permitirían aliviar a Cuba las consecuencias del bloqueo,  mientras este  no sea levantado  por el Congreso.

Tales  situaciones hacen dudar  que esta administración pueda  realmente abandonar  la vieja política. Aunque  Obama,  recientemente declaró que  no era partidario de la solución de un cambio de régimen en Cuba. Sin embargo, quedaba muy claro desde sus primeras intervenciones  que la modificación de la política hacia Cuba,   no incluía un cambio de estrategia sino solo de táctica.  Lo que se suma a las dificultades que aún permanecen  para considerar como  sostenibles  las medidas planteadas.

Observando detenidamente  las  contradicciones  implícitas  entre sus primeras palabras y las más recientes,  tal parece que Obama se ha decidido  por una política en  la que se combinarían varios elementos:
 
  • un manejo de las negociaciones  basadas en la asimetría existente entre ambos países;  
  • los cambios que se están produciendo en Cuba. 
  • una variación de las tácticas políticas, sin abandonar la estrategia, en que considera la realidad cubana, como un proceso de transición en el que la política de Estados Unidos se insertaría  para orientar los cambios, arrebatando de manos del liderazgo político  la dirección de los mismos.

Cuba tendría que enfrentarse entonces, a una “subversión pacífica” desde dentro y Estados Unidos  trataría de encauzar  las dirección en que se están produciendo  los  cambios en la Isla.

Es decir, que como Cuba ha reconocido y activa el papel de la propiedad privada pequeña  y mediana, la utilización de la inversión extranjera, la colaboración con el capital extranjero para desplegar ciertos proyectos económicos, la cooperativización, la ampliación de la colaboración científica, la ampliación de su comercio en todas direcciones. Estados Unidos  agregaría todos los ingredientes necesarios, sobredimensionándolos,  para que el liderazgo cubano perdiese el control de los límites  que permiten  fomentar un modelo económico nuevo,  eficiente y sustentable,   sin afectar los  márgenes  del  sistema político cubano.

Como sabemos,  también debemos contar con el reto del ineludible  perfeccionamiento.  Acción  que implica profundizar  la participación popular  en el proceso de formulación de política, superando así la visión burocrática de que la participación social ralentiza los procesos.

A Cuba le faltan, entre otros pasos importantes,  algunos  tales como:

  • La concreción  del nuevo  modelo económico cubano.
  • Los ajustes  y cambios  que deben ser  hechos a la constitución de la república.
  • La preparación de algunas leyes pendientes, tales como: la de Comunicación y Prensa, el Código de Familia, la de Telecomunicaciones y   la  nueva Ley Electoral,  entre  otras.

A la vez, la  política norteamericana  puede estar  concibiendo  a Cuba como un proceso de cambios, ampliando dentro de este, todos  aquellos  elementos  que permitirían   la transición hacia “un régimen similar al nuestro”,   como ha dicho Obama. Ofertando a los diferentes sectores económicos y sociales  --como ya viene haciendo--  ampliar sus capacidades de exportación, importación, de movimientos financieros y de relacionamiento,  que les permitan   salir del control del estado cubano. Es decir, empoderando al sector no estatal para que puedan actuar al margen  de la distribución de recursos, funciones, prerrogativas y límites en que el liderazgo político quiere mantenerlos,  para no traspasar el marco del sistema político que garantiza la continuidad  y defensa de la  revolución socialista.

En cuanto a la utilización de  los elementos políticos disidentes internos, los posibles debates sobre democracia y derechos humanos, lo que buscan es dotar de plataformas civiles a la disidencia, de tal modo de crearles los espacios políticos que necesitan para cuestionar el poder interno  del  liderazgo revolucionario.

Del mismo modo que en los años sesenta pretendían legitimar a la contrarrevolución convirtiéndola en una confrontación  civil interna, ahora la política norteamericana  trata  de legitimar a la disidencia mercenaria,  para dotarla de las capacidades necesarias y  convertirla en el contrincante legítimo del poder revolucionario.

De esa forma cerrarían el círculo del contexto interno para subvertir a la revolución  socialista desde dentro. Pues teniendo a Estados Unidos dentro, ahora  habrá  que digerirlo  como parte de  la   realidad interna cubana.

Por supuesto,    Obama tendría  que hacerlo  todo sin  generar  preocupaciones  que afecten  el proceso de negociación de las relaciones política entre ambos países. Porque Cuba no está sola, ocupa un lugar importante  y de mucho prestigio en las relaciones hemisféricas. Hay que recordar,   la reciente   actitud asumida   por América Latina y el Caribe,  cuando presionó sobre Estados Unidos  para que la Isla pudiese asistir a las   Cumbres   de las  Américas, especialmente  en Panamá.

Adicionalmente, muchos en el hemisferio  siguen  de cerca el comportamiento de Estados Unidos en sus  negociaciones con Cuba,  de lo cual depende la forma en que se perciba su  futuro comportamiento  en la restructuración de las políticas con América Latina y el Caribe. Circunstancia en la que Estados Unidos  no podrá repetir  errores como el cometido recientemente  al  proclamar a Venezuela  como un peligro inminente para su seguridad nacional.

A Estados Unidos no le será nada fácil tratar  de llevar adelante   sus planes  subversivos  contra  Cuba,   si con esa actitud va a poner en peligro, no solo sus negociaciones con la Isla, sino además, la reconstrucción de sus relaciones hemisféricas.

Es que ya los problemas de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, han dejado definitivamente de ser  una cuestión bilateral, para pasar a ser  un problema de Cuba, junto a sus aliados del hemisferio, frente a Estados Unidos. De lo cual la VII Cumbre de las Américas representó un buen y aleccionador antecedente, cuando en pocos días y en medio de ese evento,  la  política norteamericana dio un giro para ofrecer una buena impresión.

Por ello es bien complejo  el proceso a que se enfrentan Obama y los presidentes que le sucedan,  si pretenden  seguir una política hacia Cuba cuyo contenido no sea realmente lograr unas relaciones normales  con la Isla.

Aunque  Cuba tampoco se hace ilusiones con lo que serían unas relaciones normales con Estados  Unidos.

Las relaciones internacionales son un gran campo de batalla en el que Cuba siempre ha estado dispuesta a enfrentarse, aun asumiendo los inconvenientes y peligros de la política agresiva que Estados Unidos le ha impuesto por más de cincuenta años. Es de esperar que en el futuro, esos inconvenientes y peligros no estén presentes.

La Habana, Julio  24 del 2015


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